Llevaba en la cabeza una lechera el cántaro al mercado con aquella presteza, aquel aire sencillo, aquel agrado, que va diciendo a todo que lo advierte: ¡Yo si que estoy contenta con mi suerte! Porque no apetecía más compañía que su pensamiento, que alegre la ofrecía inocentes ideas de contento, marchaba sola la feliz lechera.
Y decía entre sí de esta manera: <<Esta leche vendida, en limpio me dará tanto dinero, y con esta partida, un canasto de huevos comprar quiero, para sacar cien pollos, que al estío me rodeen cantando el pio, pio. Del importe logrado de tanto pollo mercaré un cochino; con bellota, salvado, berza, castaña, engordará sin tino; tanto, que puede ser que yo consiga ver como se le arrastra la barriga. LLevárelo al mercado; Sacaré de él sin duda buen dinero: Compraré de contado una robusta vaca y un ternero que salte y corra toda la campaña, hasta el monte cercano a la cabaña.>> Con este pensamiento enajenada, brinca de manera, que a su salto violento el cántaro cayó.¡Pobre lechera! ¡Qué compasión! Adiós leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero. ¡Oh loca fantasía, que palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría; No sea que saltando de contento, al contemplar dichosa tu mudanza, quiebre su cantarillo su esperanza. No seas ambiciosa de mejor o más próspera fortuna; que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna.
MORALEJA:
No anheles impaciente el bien futuro; mira que ni el presente está seguro
Etiquetascuento fábula lechera
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